terça-feira, 30 de agosto de 2011
Fator de proteção
Entre todos os absurdos do nosso mundo, um definitivamente não posso aceitar: que necessitemos filtro solar em ambientes fechados.
terça-feira, 23 de agosto de 2011
Calma
Blog parado faz quase dez dias e nem percebi.
Trabalho, doutorado, vida familiar - e outras novidades, conhecidas e desconcertantes. Estranho terminar um casamento em que vivi, durante quase dez anos, como hóspede na vida de outra pessoa. De repente me vejo novamente eu mesma - com esse lapso, como nos filmes em que se acorda dez anos mais velha.
Talvez minha segurança hoje nem existisse - ou existisse de modo mais frágil - sem a convivência prolongada com o que era tão diferente.
Se eu tivesse tentando ser eu mesma, talvez não conseguisse.
Mas porque tentei ser outra - ou porque tentei sobreviver seguindo outros princípios - então volto a mim mesma de estalo, como um elástico esticado que se solta.
Trabalho, doutorado, vida familiar - e outras novidades, conhecidas e desconcertantes. Estranho terminar um casamento em que vivi, durante quase dez anos, como hóspede na vida de outra pessoa. De repente me vejo novamente eu mesma - com esse lapso, como nos filmes em que se acorda dez anos mais velha.
Talvez minha segurança hoje nem existisse - ou existisse de modo mais frágil - sem a convivência prolongada com o que era tão diferente.
Se eu tivesse tentando ser eu mesma, talvez não conseguisse.
Mas porque tentei ser outra - ou porque tentei sobreviver seguindo outros princípios - então volto a mim mesma de estalo, como um elástico esticado que se solta.
segunda-feira, 15 de agosto de 2011
Jornalismo da fragilidade
Entrevista com Juan Villoro, recomendada por Marcos Visnadi.
–En la literatura, salvo algunas excepciones, siempre se prefiere al derrotado, a la víctima; el perdedor suele tener “más prensa”. ¿Por qué la ficción es mejor territorio para el perdedor que el periodismo?
–En la ficción, los ganadores suelen ser odiosos y la felicidad cumplida es un tema aburrido. Por eso Tolstoi escribió en Ana Karenina que “las familias felices no tienen historia”; desde el punto de vista narrativo es algo insustancial porque carece de conflicto. En cambio, la literatura relacionada con la pérdida, con la derrota, enriquece las posibilidades de la trama. La casa pierde es un libro de perdedores. A mí me interesaba mucho no sólo la categoría de la gente que pierde, sino cómo las nociones de triunfo y de derrota de pronto cambian de signo. Una de las cuestiones interesantes a las que te lleva la derrota es que son caídas que secretamente te alimentan, te permiten ver algo a lo que no te hubiera llevado la victoria. Y al revés: hay triunfos que envenenan, que te corroen por dentro. El primer relato es la historia de un boxeador que se encumbra porque él quiere purgar un delito que cree que cometió. Digamos que tiene una herida “eficiente” que le permite tratar de castigarse para poder superar ese crimen que supuestamente cometió; de modo que recibir el castigo en el boxeo lo ayuda mucho. Pero cuando se entera de que es inocente, pierde la motivación para seguir combatiendo y que le rompan la cara en el cuadrilátero. Una buena noticia, saberse inocente, se convierte en una desgracia. Me interesa mucho el cambiante valor de la derrota y el triunfo. En el caso del periodismo, los periódicos han escrito la gran narrativa del poder. Todos los periódicos del mundo comienzan siempre con la agenda presidencial, lo que dijo el rey, si se trata de una monarquía; lo que dijo la Bolsa de Valores, que es la Teodicea contemporánea que rige esos cielos inaccesibles de la macroeconomía. En ese relato del poder cuentan a los disidentes cuando se levantan en armas, es decir cuando tienen una cuota de poder. Es muy difícil encontrar un periodismo de la debilidad, una narrativa alterna, incluso algunos de los mejores cronistas procuran seguir a las celebridades.
–Quizá entre los mejores cronistas, Ryszard Kapuscinski fue uno de los primeros en pensar en un “periodismo de la debilidad”...
–Sí, una de las grandes lecciones de Kapuscinski fue demostrarnos que el sujeto más humilde tiene todo el derecho del mundo a ser perfectamente neurótico, a tener una vida interior complicadísima; que no es sólo un dato estadístico para informarnos antropológicamente de algo sino que es un sujeto con una vida interior que puede ser detestable, pero fascinante por sus enredos. Pero el caso de Kapuscinski es bastante insólito; en general tendemos a ver a las figuras que no son protagonistas, que no tienen fuerza, como seres anónimos. Esta es una cuestión que en el combate con el narcotráfico tenemos que cambiar. Los muertos no tienen nombre, son cinco o seis bultos tirados en la carretera, pero todos los capos que se capturan tienen nombre, tienen apodo y tienen historia. Las víctimas ni siquiera son nombradas. Ahora esto está empezando a cambiar; ha sido muy importante en México el papel de las mujeres periodistas. Alma Guillermopietro encabezó un retablo de 72 relatos que rinden tributo a 72 migrantes que fueron asesinados en México, tratando de cruzar la frontera con los Estados Unidos. Hay ejemplos de restitución muy necesarios y creo que el periodismo debería crecer en esta línea. Existe, pero debería ser la zona dominante.
Villoro cuenta que hace poco visitó la Cruz Roja mexicana y escribió la crónica “Vivir en México: un daño colateral”. “Lo más interesante fue saber que las personas que más dinero dan en la colecta son los pobres. La gente con menos recursos sostiene la Cruz Roja. Y eso habla mucho de lo que es un verdadero país y de un tejido social del que no se está hablando –plantea–. Está esa resistencia frágil, la resistencia del que tiene poco, pero da. A través de este tipo de historias podemos recuperar una noción de esperanza, porque tú no puedes combatir el horror sin tener una esperanza alterna. Se trata también de construir un discurso oponente al horror.”
–En la literatura, salvo algunas excepciones, siempre se prefiere al derrotado, a la víctima; el perdedor suele tener “más prensa”. ¿Por qué la ficción es mejor territorio para el perdedor que el periodismo?
–En la ficción, los ganadores suelen ser odiosos y la felicidad cumplida es un tema aburrido. Por eso Tolstoi escribió en Ana Karenina que “las familias felices no tienen historia”; desde el punto de vista narrativo es algo insustancial porque carece de conflicto. En cambio, la literatura relacionada con la pérdida, con la derrota, enriquece las posibilidades de la trama. La casa pierde es un libro de perdedores. A mí me interesaba mucho no sólo la categoría de la gente que pierde, sino cómo las nociones de triunfo y de derrota de pronto cambian de signo. Una de las cuestiones interesantes a las que te lleva la derrota es que son caídas que secretamente te alimentan, te permiten ver algo a lo que no te hubiera llevado la victoria. Y al revés: hay triunfos que envenenan, que te corroen por dentro. El primer relato es la historia de un boxeador que se encumbra porque él quiere purgar un delito que cree que cometió. Digamos que tiene una herida “eficiente” que le permite tratar de castigarse para poder superar ese crimen que supuestamente cometió; de modo que recibir el castigo en el boxeo lo ayuda mucho. Pero cuando se entera de que es inocente, pierde la motivación para seguir combatiendo y que le rompan la cara en el cuadrilátero. Una buena noticia, saberse inocente, se convierte en una desgracia. Me interesa mucho el cambiante valor de la derrota y el triunfo. En el caso del periodismo, los periódicos han escrito la gran narrativa del poder. Todos los periódicos del mundo comienzan siempre con la agenda presidencial, lo que dijo el rey, si se trata de una monarquía; lo que dijo la Bolsa de Valores, que es la Teodicea contemporánea que rige esos cielos inaccesibles de la macroeconomía. En ese relato del poder cuentan a los disidentes cuando se levantan en armas, es decir cuando tienen una cuota de poder. Es muy difícil encontrar un periodismo de la debilidad, una narrativa alterna, incluso algunos de los mejores cronistas procuran seguir a las celebridades.
–Quizá entre los mejores cronistas, Ryszard Kapuscinski fue uno de los primeros en pensar en un “periodismo de la debilidad”...
–Sí, una de las grandes lecciones de Kapuscinski fue demostrarnos que el sujeto más humilde tiene todo el derecho del mundo a ser perfectamente neurótico, a tener una vida interior complicadísima; que no es sólo un dato estadístico para informarnos antropológicamente de algo sino que es un sujeto con una vida interior que puede ser detestable, pero fascinante por sus enredos. Pero el caso de Kapuscinski es bastante insólito; en general tendemos a ver a las figuras que no son protagonistas, que no tienen fuerza, como seres anónimos. Esta es una cuestión que en el combate con el narcotráfico tenemos que cambiar. Los muertos no tienen nombre, son cinco o seis bultos tirados en la carretera, pero todos los capos que se capturan tienen nombre, tienen apodo y tienen historia. Las víctimas ni siquiera son nombradas. Ahora esto está empezando a cambiar; ha sido muy importante en México el papel de las mujeres periodistas. Alma Guillermopietro encabezó un retablo de 72 relatos que rinden tributo a 72 migrantes que fueron asesinados en México, tratando de cruzar la frontera con los Estados Unidos. Hay ejemplos de restitución muy necesarios y creo que el periodismo debería crecer en esta línea. Existe, pero debería ser la zona dominante.
Villoro cuenta que hace poco visitó la Cruz Roja mexicana y escribió la crónica “Vivir en México: un daño colateral”. “Lo más interesante fue saber que las personas que más dinero dan en la colecta son los pobres. La gente con menos recursos sostiene la Cruz Roja. Y eso habla mucho de lo que es un verdadero país y de un tejido social del que no se está hablando –plantea–. Está esa resistencia frágil, la resistencia del que tiene poco, pero da. A través de este tipo de historias podemos recuperar una noción de esperanza, porque tú no puedes combatir el horror sin tener una esperanza alterna. Se trata también de construir un discurso oponente al horror.”
domingo, 14 de agosto de 2011
segunda-feira, 8 de agosto de 2011
A cor dos extraterrestres
Lendo um artigo sobre o crescimento da extrema-direita na Europa (Estadão, 31/07/11, originalmente publicado em Foreign Policy, link abaixo), de repente fica tão claro que toda essa conversa sobre multiculturalismo e islamismo apenas encobre o bom e velho racismo.
Se os muçulmanos não fossem árabes, se os africanos não fossem negros, se os latinos não fossem índios, se os orientais não fossem amarelos, se os mediterrâneos não tivessem cabelos escuros...
Em Curitiba a gente aprende o que é racismo. Entre loiros, pelos escuros no braço já são suficientes pra enegrecer alguém.
O problema dos multiculturalistas europeus não é serem marxistas ou coisa que o valha. Inaceitável é não darem legítimo valor à superioridade dos brancos.
Talvez por isso os extraterrestres, seres superiores que às vezes nos visitam (reles terráqueos), são luminosos e quase transparentes.
Não existem extraterrestres pretos.
Se os muçulmanos não fossem árabes, se os africanos não fossem negros, se os latinos não fossem índios, se os orientais não fossem amarelos, se os mediterrâneos não tivessem cabelos escuros...
Em Curitiba a gente aprende o que é racismo. Entre loiros, pelos escuros no braço já são suficientes pra enegrecer alguém.
O problema dos multiculturalistas europeus não é serem marxistas ou coisa que o valha. Inaceitável é não darem legítimo valor à superioridade dos brancos.
Talvez por isso os extraterrestres, seres superiores que às vezes nos visitam (reles terráqueos), são luminosos e quase transparentes.
Não existem extraterrestres pretos.
terça-feira, 2 de agosto de 2011
Por mais autoritário que fosse
Assim segue minha tese... eu, falando por intuição, de assuntos que conheço parcialmente:
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Sobre Beto Rockfeller, a revista Veja em 1969 diz que:
Ao lado de alguns momentos de lirismo e bondade, Beto persegue infatigàvelmente a vida fácil dos burgueses enfastiados. Mente, trai, ilude a todos, ilude-se, foge ao trabalho, combate tôdas as vilanias miúdas do cotidiano.
A reportagem resume a descrição de Beto com uma frase de Lima Duarte, diretor da novela: “Enfim, é um homem; um homem possível”.
Tal personagem, “homem possível”, distancia-se de outros protagonistas de telenovela, segundo a revista. O escolhido para a comparação é Antônio Maria, descrito como “o maior sucesso em telenovela desde O Direito [de nascer]”: um “exótico milionário lusitano” envolvido em “conspirações mesquinhas e padronizadas”.
Precisaríamos de uma impossível pesquisa sociológica retrospectiva para medir o quanto Beto Rockfeller “existia” ou era mais “possível” que Antônio Maria, em relação ao público que assistia às duas novelas. Tarefa impossível mesmo se não houvesse a distância de quatro décadas. Como mostram os estudos de recepção, a noção de “público” é complexa e impalpável, a não ser por indícios.
Mas a reportagem indica, na própria lógica de articulação do texto, qual parte do público se identifica com esse novo personagem, que se destaca da “padronização” anterior. É o jornalista, o editor, e provavelmente o diretor responsável pela pauta da reportagem. O sentido final dessa pauta começa a ser esclarecido ao final do texto. Primeiro, cita-se depoimento em que Benedito Rui Barbosa defende as novelas como são –
O que os críticos queriam? Que a Colgate investisse 1 bilhão (velhos) (...) procurando apenas criar um programa de educação do gôsto popular? Isso é problema da educação nacional, não nosso. Deve ser empurrado para as costas do Govêrno, não da novela.
No depoimento, a expressão “educação do gosto popular” e não “educação ao gosto popular” sugere que um “programa de educação” deveria, digamos assim, “melhorar” o gosto popular. E a “educação nacional” é um “problema” (não uma função pública, nem um desejo) a ser “empurrado”.
A reportagem comenta tal depoimento aceitando que “é difícil imaginar os heróis da telenovela carregando nos ombros o pêso da educação brasileira” - mas logo insitindo que “também não se pode deixar que êles [a televisão, os produtores de telenovela] se tornem completamente irresponsáveis.”
Podemos considerar a seguinte interpretação: a televisão, surgindo poderosa no mercado das comunicações – e dividindo as verbas publicitárias com jornais, revistas e rádios –, entra numa competição complexa com a imprensa escrita, que é ao mesmo tempo concorrente e colega. Isso porque vários grupos - Abril, Folha (SP), Estado (SP) e Jornal do Brasil – não entram no ramo das telecomunicações. Permanecem no mercado do papel, que se financia pela venda concreta de exemplares, conjuntamente com anúncios. Tais grupos dependem da televisão em alguns setores, e concorrem em outros. De um lado, conforme cresce a popularidade dos programas televisivos, os grupos editoriais vendem produtos anexos (revistas e jornais que cobrem as novidades da TV). Por outro lado, mantêm veículos voltados ao público “sério” (cobrindo principalmente as áreas de política e economia). Tais veículos mantém certa independência editorial quando tratam da produção televisiva, pois isso reforça sua imagem de austeridade e pensamento crítico diante dos leitores. Do ponto de vista da relação com anunciantes, tais veículos oferecem um espaço seleto, dirigido diretamente a um de maior poder consumidor.
Assim, quando a revista Veja levanta a bandeira do bom gosto, está compartilhando com certo público o orgulho de ser bem educado, de estar acima da plebe rude. Respondendo a uma demanda de confirmação de status, a revista indica a esses leitores um caminho para avaliar certos programas televisivos.
Tal debate entre imprensa escrita e empresas de televisão será intenso na década de 1970. Ele segue paralelamente às relações do governo militar com as empresas de comunicação, pois trata-se de uma luta direta pela opinião pública (que se reflete concretamente em dinheiro). O governo militar, por mais autoritário que fosse, tinha interferência apenas indireta nesse jogo."
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Sobre Beto Rockfeller, a revista Veja em 1969 diz que:
Ao lado de alguns momentos de lirismo e bondade, Beto persegue infatigàvelmente a vida fácil dos burgueses enfastiados. Mente, trai, ilude a todos, ilude-se, foge ao trabalho, combate tôdas as vilanias miúdas do cotidiano.
A reportagem resume a descrição de Beto com uma frase de Lima Duarte, diretor da novela: “Enfim, é um homem; um homem possível”.
Tal personagem, “homem possível”, distancia-se de outros protagonistas de telenovela, segundo a revista. O escolhido para a comparação é Antônio Maria, descrito como “o maior sucesso em telenovela desde O Direito [de nascer]”: um “exótico milionário lusitano” envolvido em “conspirações mesquinhas e padronizadas”.
Precisaríamos de uma impossível pesquisa sociológica retrospectiva para medir o quanto Beto Rockfeller “existia” ou era mais “possível” que Antônio Maria, em relação ao público que assistia às duas novelas. Tarefa impossível mesmo se não houvesse a distância de quatro décadas. Como mostram os estudos de recepção, a noção de “público” é complexa e impalpável, a não ser por indícios.
Mas a reportagem indica, na própria lógica de articulação do texto, qual parte do público se identifica com esse novo personagem, que se destaca da “padronização” anterior. É o jornalista, o editor, e provavelmente o diretor responsável pela pauta da reportagem. O sentido final dessa pauta começa a ser esclarecido ao final do texto. Primeiro, cita-se depoimento em que Benedito Rui Barbosa defende as novelas como são –
O que os críticos queriam? Que a Colgate investisse 1 bilhão (velhos) (...) procurando apenas criar um programa de educação do gôsto popular? Isso é problema da educação nacional, não nosso. Deve ser empurrado para as costas do Govêrno, não da novela.
No depoimento, a expressão “educação do gosto popular” e não “educação ao gosto popular” sugere que um “programa de educação” deveria, digamos assim, “melhorar” o gosto popular. E a “educação nacional” é um “problema” (não uma função pública, nem um desejo) a ser “empurrado”.
A reportagem comenta tal depoimento aceitando que “é difícil imaginar os heróis da telenovela carregando nos ombros o pêso da educação brasileira” - mas logo insitindo que “também não se pode deixar que êles [a televisão, os produtores de telenovela] se tornem completamente irresponsáveis.”
Podemos considerar a seguinte interpretação: a televisão, surgindo poderosa no mercado das comunicações – e dividindo as verbas publicitárias com jornais, revistas e rádios –, entra numa competição complexa com a imprensa escrita, que é ao mesmo tempo concorrente e colega. Isso porque vários grupos - Abril, Folha (SP), Estado (SP) e Jornal do Brasil – não entram no ramo das telecomunicações. Permanecem no mercado do papel, que se financia pela venda concreta de exemplares, conjuntamente com anúncios. Tais grupos dependem da televisão em alguns setores, e concorrem em outros. De um lado, conforme cresce a popularidade dos programas televisivos, os grupos editoriais vendem produtos anexos (revistas e jornais que cobrem as novidades da TV). Por outro lado, mantêm veículos voltados ao público “sério” (cobrindo principalmente as áreas de política e economia). Tais veículos mantém certa independência editorial quando tratam da produção televisiva, pois isso reforça sua imagem de austeridade e pensamento crítico diante dos leitores. Do ponto de vista da relação com anunciantes, tais veículos oferecem um espaço seleto, dirigido diretamente a um de maior poder consumidor.
Assim, quando a revista Veja levanta a bandeira do bom gosto, está compartilhando com certo público o orgulho de ser bem educado, de estar acima da plebe rude. Respondendo a uma demanda de confirmação de status, a revista indica a esses leitores um caminho para avaliar certos programas televisivos.
Tal debate entre imprensa escrita e empresas de televisão será intenso na década de 1970. Ele segue paralelamente às relações do governo militar com as empresas de comunicação, pois trata-se de uma luta direta pela opinião pública (que se reflete concretamente em dinheiro). O governo militar, por mais autoritário que fosse, tinha interferência apenas indireta nesse jogo."
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